Amazon, Apple, Dove, Nivea, Twitter, Starbucks… Te suenan, ¿verdad? ¡Cómo no! Esos nombres están metidos en tu cabeza y, aunque quieras, no te los puedes sacar. No son solo palabras, son sensaciones, recuerdos, emociones. Marcan la diferencia.
Ahora, la gran pregunta: ¿cómo demonios se crea un buen nombre de marca de esos que se te quedan pegados como un chicle en el zapato? No, no hay una fórmula mágica, pero sí hay truquitos. Estructuras, combinaciones, sonidos, letras… todo suma para que un nombre sea persuasivo, memorable, diferente, y lo más importante: que funcione.
Aquí en ORIGEN lo sabemos bien. Un nombre de marca perfecto hace más que describir un producto: le da ALMA. Lo convierte en algo que conecta, que genera recuerdos, que funciona en cualquier cultura o idioma. Un buen nombre se queda, resuena, lo cambia todo.
Y para que no te rompas la cabeza, aquí tienes 10 trucazos que te ayudarán a dar con ese nombre que hará que tu marca se quede en la mente (y en el corazón) de tus clientes.
1. Elige bien el tipo de nombre que vas a usar
No te líes más de lo necesario. Cuando se trata de nombres, hay 10 tipos de nombres de marca básicos, y cada uno tiene su estilo. Aquí te los explico para que lo tengas claro:
- Descriptivos: No tienen mucha ciencia, dicen lo que haces y punto. Son prácticos pero cero emoción. Ejemplos: General Motors, Banco Santander. Directos al grano, sí, pero aburridos a morir.
- Asociativos: Aquí empieza lo interesante. Coges dos palabras y las mezclas para que cuenten una historia. Ejemplos top: Pinterest (Pin + Interest), Facebook (Face + Book). Más creativo y con chispa.
- Conceptuales: Palabras que no tienen nada que ver con tu producto, pero que generan sensaciones. Ejemplo: Dove (paloma) para jabón o Apple (manzana) para tecnología. No tienen lógica, pero funcionan bien (si te haces famoso, sino te pueden etiquetar de medio-raro).
- Neologísticos: Palabras inventadas de la nada. Perfectas para que te las recuerden y nadie te copie. Ejemplo: Rolex o Kodak. Aquí eres tú el que le da significado.
- Abreviaturas con siglas: Si lo tuyo es la eficiencia y no te importa sacrificar emoción, usa siglas. Son frías, pero funcionales. Ejemplos: BMW (Bayerische Motoren Werk), IBM (International Business Machines).
- Abreviaturas con acrónimos: Un paso más allá. Aquí juegas con las letras para que formen una palabra real. Ejemplos: NASA (National Aeronautics and Space Administration), FedEx (Federal Express), VADAVO (VAlenciana de DAtos y VOz). Suenan mejor y son más fáciles de recordar.
- Onomatopeyas: ¿Por qué no aprovechar los sonidos que ya existen? Imitar sonidos naturales puede dar mucho juego. Ejemplos: Kit Kat, Boing, Crunch. Son frescos, divertidos y llenos de personalidad.
- Etimológicos: Si te va lo clásico, puedes tirar de palabras con raíces antiguas. Usar latín o griego da un aire sofisticado. Ejemplos: Volvo (del latín «yo ruedo»), Nivea (del latín «blanco como la nieve»).
- Patronímicos: Usar el nombre de una persona, ya sea histórica o el fundador. Ejemplos: Disney, Valentino, Chanel, Ford. Directos y con mucha carga emocional.
- Toponímicos: Basados en lugares. Perfectos si quieres aprovechar los significados y asociaciones que trae un sitio. Ejemplos: Patagonia, Seat Córdoba. Te transportan a otro lugar.
2. Si quieres tocar la fibra sensible, usa un nombre de marca conceptual
Un nombre conceptual tiene un poder brutal para comunicar más de lo que parece. No hace falta que pongas todo lo que tu producto es en el nombre, eso es aburrido y nadie lo va a recordar. Si quieres transmitir delicadeza, belleza, pureza… no puedes soltarlo todo a bocajarro en un nombre descriptivo, porque te vas a cargar la magia.
Aquí es donde los nombres desviados entran en juego. Por ejemplo: Dove (paloma). Escuchas esa palabra y, sin pensarlo, tu cerebro ya la asocia con algo suave, puro, bonito. No necesitas decirlo literalmente, la palabra lo hace por ti. Esa es la magia de un buen nombre desviado. Transmites sensaciones sin necesidad de explicaciones.
3. ¿Quieres petarlo en SEO? Utiliza un nombre de marca descriptivo
Si quieres que Google te adore, un nombre descriptivo puede ser tu mejor amigo. ¿Por qué? Porque los motores de búsqueda aman la claridad. Si tu nombre dice exactamente lo que haces, tienes más papeletas para que te encuentren antes que a la competencia.
Eso sí, no esperes que sea el nombre más creativo del mundo. Pero si lo que quieres es subir posiciones en Google y que te encuentren sin rodeos, funciona.
La clave aquí es simple: claridad. Si tu nombre deja claro de qué va la cosa, los motores de búsqueda te van a tratar con cariño. Así que, si el SEO es tu prioridad, a veces lo directo y simple es lo más efectivo.
4. ¿Tienes planes de expandirte internacionalmente? Un nombre neologístico es tu mejor amigo
Si estás pensando en vender tu producto fuera de casa, déjate de nombres con dobles sentidos o significados raros en otros idiomas. Aquí lo que necesitas es un nombre neologístico, o sea, uno inventado por completo. Lo creas desde cero, como un lienzo en blanco. ¿Lo mejor? No necesita traducción, porque no tiene un significado previo que pueda liarla en otros países.
Pero ojo, no te emociones demasiado sin investigar primero. Asegúrate de que tu nuevo nombre no signifique algo inapropiado o que dé risa en otros idiomas. Porque, créeme, no quieres que te pase lo mismo que a Toyota con su modelo MR2 en Francia (que sonaba a «emm er deux», «en merde» o mierda) o a Mitsubishi Pajero, que tuvo que cambiar su nombre a Montero en los países hispanohablantes.
La clave aquí es ser original, pero no ciego. Invéntate un nombre que suene bien en cualquier idioma, y estarás listo para comerte el mundo sin sorpresas desagradables.
5. Combina palabras si quieres algo memorable
Cuando quieres crear un nombre que conecte con tu audiencia y sea memorable, los nombres asociativos son una apuesta segura. Aquí te dejo algunas técnicas probadas y fáciles para hacerlo:
- Combinar dos palabras: Es el clásico, pero sigue funcionando como un tiro. Ejemplos: You + Tube = YouTube, Volk’s + Wagen = Volkswagen. Fácil de recordar y directo al grano.
- Eliminar algunas letras: A veces, menos es más. Toma una palabra larga y recorta lo innecesario. Ejemplo: Excellent se convierte en Excel quitando «lent». Simple, pero efectivo.
- Reemplazar letras: Cambiar una letra puede dar un giro fresco a una palabra común. Ejemplo: de Video cambias la «d» por una «m» y te sale Vimeo. Mucho más original y fácil de recordar.
- Modificar la ortografía: ¿Por qué no? Cambiar la ortografía puede hacer que tu nombre destaque sin esfuerzo. Ejemplo: de Fantastic cambias la «c» por una «k», y tienes Fantastik. Suena familiar, pero no igual.
Estas técnicas no fallan. Son sencillas y creativas, perfectas para dar con ese nombre que será imposible de olvidar (como el gol de Iniesta).
6. Evita los nombres descriptivos a menos que no te quede otra
Los nombres descriptivos son el último recurso, porque seamos sinceros: no son memorables ni distintivos. No hacen que tu marca se quede en la cabeza del consumidor ni que destaque en un mercado saturado. En ORIGEN siempre decimos que hay que distinguir el producto, no describirlo. Si le das al consumidor algo inesperado, lo va a recordar. Si le das lo obvio, lo olvidará.
Ahora bien, no todo está perdido. Los nombres descriptivos tienen su superpoder: la relevancia. Funcionan muy bien en productos informativos o donde la claridad lo es todo. Ejemplo claro: «Libro de las 100 recetas mediterráneas». Aquí no necesitas florituras, solo ser claro y directo.
La regla es simple: usa un nombre descriptivo solo si tu producto lo pide a gritos. Si puedes evitarlo, busca algo que desafíe y enganche. Eso es lo que resuena.
7. Los sonidos importan (y mucho)
Los nombres no solo se leen, se escuchan. Y lo creas o no, el sonido de las palabras tiene un impacto brutal en cómo perciben tu marca. Cada sonido evoca algo distinto en la mente del consumidor. Así que, cuando elijas un nombre, pon atención a cómo suena, porque ahí está la clave de la reacción que vas a provocar.
Algunos ejemplos:
- Sonidos agudos: Se asocian con cosas pequeñas o débiles. No uses sonidos como «i» si quieres que tu marca transmita fuerza.
- Sonidos duros como T, P, K y X: ¡Boom! Transmiten energía, potencia, algo que no pasa desapercibido. Ejemplo: Exxon. Suena fuerte, ¿verdad?
- Sonidos suaves como S, V, Z y F: Dan una sensación de dinamismo y ligereza. Piensa en Sveltesse de Nestlé, suena rápido, ágil, fluido.
- Sonidos de C y Z: Piensa en marcas como Citroën o Zara. Ambas transmiten profesionalismo y eficacia. La «C» suena precisa, como algo bien hecho y confiable, mientras que la «Z» añade un toque de modernidad y dinamismo sin perder ese aire de seriedad.
Así que no subestimes el poder de los sonidos. Elige bien y verás cómo un simple nombre puede transmitir mucho más de lo que parece.
8. Imita el sonido de tu producto y tendrás un nombre de marca que resuene
Aquí va un truco que funciona de maravilla: crear un nombre que suene como lo que hace tu producto. ¿A qué me refiero? A esos nombres que casi puedes escuchar cuando los pronuncias. Esto es oro puro porque el consumidor no solo lee el nombre, sino que lo asocia automáticamente con el sonido del producto. Es como darle vida a la marca.
Ejemplo claro: Tic Tac. Ese nombre no necesita explicación. Lo escuchas y ya sabes que suena igual que la cajita de caramelos al abrirse y cerrarse. Es tan evidente que no puedes olvidar el sonido ni el producto.
Otro ejemplo: Zippo. El nombre de este famoso encendedor es un claro ejemplo de onomatopeya. El «zip» imita el sonido que hace la tapa metálica al abrirse y cerrarse. No solo es fácil de recordar, sino que el sonido refuerza la experiencia del producto. Cada vez que lo escuchas, piensas en ese característico «clic» de un encendedor Zippo.
Pero ojo, no te pases de listo. El sonido tiene que ser obvio, porque si el cliente no lo pilla al vuelo, te has cargado la estrategia. Así que si tu producto tiene un sonido reconocible, úsalo. Hará que tu marca se quede pegada en la mente como un estribillo pegajoso.
9. Sustantivos concretos = emociones fuertes
Si quieres un nombre que no sea literal pero que conecte emocionalmente con la esencia de tu producto, te recomiendo que uses un sustantivo concreto. ¿Qué es eso? Pues palabras que todos conocemos, cosas que podemos tocar, ver o sentir. Nada de conceptos abstractos ni complicaciones, aquí hablo de palabras claras como «coche», «agua», «luz» o «nube». Algo que evoque una imagen en la mente al instante.
Por ejemplo, el nombre de marca Mustang. No es solo un coche, es un caballo salvaje. ¿Qué evoca? Independencia, libertad, fuerza. Perfecto para un vehículo que quiere transmitir todo eso.
Otro ejemplo brutal: Amazon. El río más largo y caudaloso del mundo. Ese nombre da la sensación de algo gigante, imparable, que no deja de fluir. Justo lo que una tienda online gigantesca como Amazon quiere que pienses al escuchar su nombre.
¿Ves? Los nombres desviados con sustantivos concretos te hacen sentir sin necesidad de decirlo todo. Y eso, amigo, es oro.
10. Los números solo cuando sean útiles
Los nombres de marca con números son útiles, pero ojo, no funcionan en todos los casos. Si los vas a usar, que sea por una buena razón. Los números tienen su magia cuando aportan algo, no porque sí. Aquí te dejo un par de ejemplos donde funcionan de lujo:
- Fórmulas químicas o perfumes: Si tu producto tiene una composición especial o es una versión específica, el número suma. Piensa en Chanel Nº 5. Ese «5» no es solo un número, es parte de la leyenda.
- Productos tecnológicos: Aquí los números cantan. Teléfonos, ordenadores, aviones… si el tuyo tiene versiones o modelos, usa el número para marcar diferencias. Ejemplo: iPhone 16, Boeing 737. Los números en estos casos son sinónimo de progreso y evolución.
La clave es simple: si el número aporta algo al nombre y refuerza su identidad, úsalo. Si no, mejor olvídalo. Los números no son para todos, pero cuando encajan, hacen maravillas.
¿Te han sido útiles estos trucos? Espero que sí. Al final, el nombre de marca es el primer contacto que tus clientes van a tener contigo, así que asegúrate de hacerlo bien.
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